Los trabajadores del Metro han tenido que soportar una rabiosa campaña de desprestigio de casi todos los medios de comunicación por atreverse a ejercitar su derecho democrático a la huelga. Los titulares han machacado reiteradamente con el calificativo de “salvaje” y los altos cargos de Madrid han repetido hasta la saciedad, siempre que les han puesto una “alcachofa” delante, que los 7.000 trabajadores del Metro no se han enfrentado a la dirección de la empresa o al gobierno de la Comunidad, sino “al pueblo de Madrid” que ha sufrido las consecuencias de la huelga.
Ha sido, en palabras de Esperanza Aguirre, “la batalla de los medios”, que ella considera le han ganado a los sindicatos y a los trabajadores del Metro. Han hecho todo lo posible por aislar esa lucha, presentarla como una rabieta gremialista e insolidaria con el resto de los trabajadores de Madrid, con el fin de sofocar cualquier atisbo de simpatía hacia una lucha justa por sus derechos.
La lucha surgió cuando el gobierno de la Comunidad de Madrid rompe el Convenio Colectivo del Metro, que fue refrendado por los trabajadores, aprobado por la Comunidad y firmado por la dirección del Metro y los sindicatos hace poco más de un año (17 de junio de 2009). Y lo rompe al aplicar la reducción del 5% al sueldo de los trabajadores con la falsa excusa de que están obligados a hacerlo pues así lo exige el Plan de Ajuste del Gobierno estatal. De hecho los trabajadores del Metro de Madrid no secundaron la huelga del sector público del 8 de junio pasado en la creencia de que a ellos no les afectaba el recorte salarial al no ser funcionarios. Los dirigentes sindicales, ingenuamente, también pensaban lo mismo pues el Plan de Ajuste aprobado por el gobierno Zapatero no incluye a las empresas públicas. Pero eso a Esperanza Aguirre le da igual.
La razón que provocó que la huelga fuese total durante dos días fue la imposición por parte del Gobierno regional de unos servicios mínimos abusivos, el 50%, que anulaba en la práctica el derecho a la huelga ya que su incidencia sería mínima.
Los mismos trabajadores del Metro, por medio de su Comité de Huelga, denuncian en un comunicado que “la razón que aducen para ‘saltarse’ nuestro convenio es la necesidad de un ahorro de 8 millones de euros en una empresa como ésta en que el despilfarro está a la orden del día en multitud de conceptos: creación de puestos directivos por amiguismo, obras faraónicas que no son necesarias, estaciones en descampados para posibles operaciones inmobiliarias, publicidad innecesaria de un servicio conocido de todos (sólo en esta partida tienen asignado un presupuesto de 10 millones de euros)”.
En otras palabras, se podrían recortar gastos de otros capítulos que no fuesen el salarial pero el gobierno de la Comunidad ni se lo plantea (o se lo planteará sólo como consecuencia de la lucha) dejando de esa forma bien claro que su pretensión es la de que los trabajadores y los servicios públicos sean quienes paguemos la factura de la crisis económica.
Por eso la importancia de la lucha del Metro va mucho más allá de la lucha por sus derechos de 7.000 trabajadores.
Si la lucha del Metro es derrotada será un acicate más para que se aplique la reducción salarial a todas las empresas públicas (EMT, Telemadrid, Canal de Isabel II…), y servirá de referencia para que las privadas también hagan lo mismo, tal y como ya está ocurriendo en muchas de ellas.
Si la Administración se sale con la suya y rompe impunemente este convenio colectivo estará marcando la pauta para que muchas otras empresas (públicas y privadas) pongan en práctica una de las principales reivindicaciones de la patronal y que tanto lamentan que la Reforma Laboral de Zapatero no haya incluido: acabar con la negociación colectiva para dictar los salarios a su antojo.
Si los expedientes abiertos a cientos de trabajadores del Metro, por no respetar los servicios mínimos decretados por el gobierno regional, terminan en algún despido, conseguirán que el miedo siga presidiendo las relaciones laborales. Para el gobierno regional del PP y para la patronal es muy importante dar un escarmiento a quienes se han atrevido a ir contra el mecanismo que han utilizado durante años para cercenar las luchas del movimiento obrero.
Por todas estas razones la lucha del Metro se ha convertido en una lucha en la que todos los trabajadores nos jugamos algo y por eso no sólo tenemos que apoyarla sino que hay que plantear abiertamente que la única forma de aumentar las posibilidades de victoria está en su extensión a todo el sector del transporte, a todo el sector público y, por último, a todos los sectores de la economía y de la sociedad madrileñas: La Huelga General. La huelga general concebida como un instrumento de lucha para favorecer que la clase obrera tome conciencia de su propia fuerza y cambiar la situación en la sociedad, y no como un instrumento de las direcciones sindicales para recuperar su papel de interlocutores sociales.
La huelga del metro es la mejor ocasión para preparar la huelga general de septiembre en Madrid; los sindicatos e IU tendrían que volcarse y poner toda la carne en el asador, generalizando en conflicto y llamando a una huelga general en la Comunidad de Madrid. El éxito del Metro lo sería de la Huelga General del 29 de septiembre; su derrota la pagaríamos cara, todos.
Es necesario plantearse la lucha en común contra los recortes salariales y de plantillas, contra los retrocesos en la defensa de los derechos de los trabajadores y contra las represalias a quienes van a la huelga. Pero hay que ir más allá, y es imprescindible plantear la lucha común por el reparto del trabajo (jornada laboral de 35 horas sin reducción salarial y jubilación a los 60 años con contrato de relevo), única forma de luchar contra la permanencia del paro como amenaza constante y lacra salvaje de un sistema que no es capaz de garantizar los medios de vida y superviviencia de una parte importante de la población.
Los trabajadores del Metro solos no pueden conseguir todo esto. Solos incluso pueden ser derrotados. Pero con el respaldo de los trabajadores y extendiendo esa lucha, no sólo podremos frenar los planes de la patronal y su gobierno en la región, sino que sentaremos las bases de un movimiento que se convierta en referencia de lucha y esperanza en un futuro libre de penurias individuales y colectivas.
miércoles, 7 de julio de 2010
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